Cabinas de pintado. Inversión eficiente
La aplicación de pintura es un proceso complejo que afronta múltiples retos: prevenir imperfecciones como el ‘fogueo’, ‘ojo de pez’ y ‘piel de naranja’; disminuir las pérdidas del material, evitar la exposición de los usuarios a los solventes para proteger su salud, reducir los tiempos muertos y cumplir con la normatividad referente al tratamiento de componentes orgánicos volátiles.
El funcionamiento de las cabinas de pintura inicia tomando aire del exterior, el cual es filtrado y utilizado para crear un flujo de aire que elimine la niebla y contaminantes de pintura, para obtener un mejor resultado en el acabado del sustrato pintado. La estructura principal de la cabina es el habitáculo, pues en esta zona es donde se realizan los trabajos de pintado. Cabe resaltar que el usuario debe seleccionar un habitáculo que sea capaz de aislar la cabina a nivel sonoro y térmico; además este espacio debe fabricarse con materiales que sean resistentes al fuego.
La iluminación es otro aspecto importante. Toda cabina de pintado debe contar con excelente iluminación, por norma general el interior de estas áreas debe disponer de una luminosidad mínima de 800 luxes, así se obtiene iluminación uniforme y completa que le brinde al usuario un nivel excelente de visibilidad. Por otro lado, pero no por eso menos importante, se encuentran los grupos de ventilación, impulsión y extracción; éstos se encargan de crear la corriente o flujo de aire, indispensable para eliminar la niebla de pulverización generada durante el proceso de pintado, evitando que otras partículas contaminen y se adhieran al sustrato recién pintado. También, el flujo constante renueva el aire del interior de la cabina.
Resulta importante que las cabinas incorporen en su diseño un sistema de filtros, los cuales se encargarán de erradicar cualquier contaminante que se introduzca o salga de la cabina, de esta forma se mejora la calidad del proceso de pintado.
Mantenimiento
En las paredes internas de las cabinas quedan adheridas partículas de polvo que absorben la luminosidad o bien pueden desprenderse por las corrientes de aire y adherirse sobre la pintura de la pieza recién pintada. Para prevenir que esto suceda, es recomendable limpiar las paredes cada 15 días y pintarlas cada 3 meses. Dependiendo el grado de suciedad, el proceso de pintado será a profundidad o una aplicación de laca. En el caso de las lámparas, éstas disminuyen su haz de luz por la acumulación de pintura, por lo que deben limpiarse cada 30 días, aplicándoles aire a presión.
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